Hoy cumplirías setenta y siete años… pero el destino quiso adelantar tu partida demasiado temprano. Sólo tenías cuarenta y siete. En la plenitud de tu vida dejaste una hermosa familia, que siempre te recuerda y extraña. Sueños y proyectos destrozados por la fatalidad.

Aldo y Cacho Sala

Aldo y Cacho Sala

Eras un pibe bueno y afectuoso, sincero y rebelde. Aunque teníamos cierta diferencia de edades, tú 9 y yo 20… coincidíamos en muchas cosas… y en otras no: tú rock and roll, “Beatles”, “Rolling Stones”, etc. y yo Jazz. Tú guitarra y bajo eléctrico, yo piano.

Aldo con su hija mayor Verónica

Recuerdo aquellos días en que practicabas el bajo eléctrico en casa, con muy buena digitación y ritmo impecable… y tus deseos de formar parte de un conjunto de rock o bien formarlo tú mismo.

Las reuniones en casa de los viejos, los domingos, con tu pequeña Verónica, quien era la mimosa de la familia, (mi hijo Alejandro le decía “Veroniquita”!) quién ha formado una hermosa familia, dándote seis nietos: Juan Ignacio, Eugenia María, Gonzalo Alfonso, Octavio José, Mora Lucía y Luciano Samuel.

Aldo y sus hijos Martín y Marina

Y ni hablar de Marcela, que te dio dos alegrías, Martín Julio y Marina Inés, que te regaló tres divinas criaturas, Josefina, Victoria y Delfina.

La vida nos separó allá por el ’79… ya que vine a los Estados Unidos y aquí me radiqué. Distanciados físicamente, asumiendo cada uno sus compromisos y obligaciones que se nos presentaron por entonces. Pero nuestros corazones unidos por un único espíritu de hermandad que, junto a Juan Julio, nos mantuvo ligados.

Como un homenaje, un obsequio en el día de tu cumpleaños, incluyo un mensaje de nuestro amigo común, pero más tuyo que mío, Gustavo Coletti:

Recuerdo a Aldo Pedro Sala

“Conocí a Aldo Sala en mi adolescencia, en Rosario, y fuimos amigos durante toda su vida.
Era hijo de José Sala, un hombre ícono del tango en la ciudad donde dirigía la orquesta más importante, así que su casa olía a música. Salíamos y compartíamos la vida con amigos comunes, y yo no supe hasta que punto él podía estar involucrado con la música, hasta una tarde de otoño en que lo visité. Una puerta alta de madera, frente a la plaza más importante de la ciudad, rodeada por la municipalidad, la catedral, el correo central y un pequeño y delicioso museo. Entre charlas sobre el advenimiento de los Beatles, Aldo tocó en la guitarra un tema raro para nosotros, parecía clásico y barroco, con notas que se sucedían rápido en un punteo.
– ¿Cómo se llama eso? Le pregunté.
– “Jugueteando” – me dijo.
– ¿Quién lo compuso?
– Yo.
Y mientras él seguía haciendo saltar los dedos, lo admiré. Admiré que, tan joven, fuera capaz de componer algo que me resultaba hermoso y difícil. Con el paso del tiempo ya nos acostumbramos todos al amigo virtuoso. Hasta que una noche fuimos a verlo tocar con un grupo que se llamaba “Hurricanes”, en la Alianza Francesa. En un salón muy grande que tenía escenario, el grupo de rock hacía bailar a todos los jóvenes asistentes. Aldo en esta ocasión tocaba el bajo eléctrico, y tenía el pelo tan largo que se lo envidié. Era toda una audacia entonces la transgresión de tener una larga cabellera. Símbolo de rebeldía. Supe después que a José, su padre, no simpatizaba mucho con eso. José era un hombre encantador.
Eso de que la música se lleva en la sangre debe ser cierto, porque en sus dos hermanos estaba también, en alguna medida, esa pasión. Aldo hoy no está, falleció siendo muy joven, pero es muy grato recordarlo, en su ámbito, en su atmósfera, en su mundo.”
Gustavo Coletti

Querido hermano, donde estés, recibe nuestro afectuoso saludo y nuestro deseo de que descanses en paz, junto a nuestros padres, José y Matilde, hermano Juan Julio y todos los que se nos han adelantado en este viaje hacia el mundo celestial.

José Osvaldo Sala Botello
Margate, Florida, USA
Mayo 09, 2022